¿Quién ayudó a inventar el tequila?

 

¿El ingrediente secreto del tequila? Un toque de historia de Filipinas

Entra en un bar de moda hoy en día y lo verás: filas de elegantes botellas de tequila, brillando bajo las luces, cada una con su propia historia — a menudo respaldada por una celebridad. Desliza por Instagram y también las encontrarás, compitiendo por “likes” y espacio en la estantería. El tequila, el licor a base de agave originario de México, está en auge. Pero mientras el foco está en el branding, las etiquetas de lujo y el turismo del agave en Jalisco, pocas personas se detienen a hacer una pregunta más profunda:

¿De dónde vino el conocimiento para destilar el agave?

Es una pregunta que ha estado latente en la investigación académica, y hallazgos recientes sugieren un giro fascinante: las raíces del tequila podrían extenderse hasta el otro lado del Océano Pacífico — a Filipinas.

Un viaje a través del tiempo y los océanos

Para entender la historia menos conocida del tequila, tenemos que retroceder a los días del comercio de galeones entre Manila y Acapulco, una ruta marítima transpacífica que conectaba Asia y América desde 1565 hasta 1815. Estos galeones españoles no solo transportaban seda y plata — también llevaban personas, ideas y tecnología. ¿Una de esas ideas? La destilación.

Así es. La técnica para transformar un líquido fermentado en un licor potente como el tequila podría haber llegado desde Filipinas a bordo de estos mismos barcos. Los marineros filipinos, muy familiarizados con la producción de lambanog — un destilado a base de coco — podrían haber introducido sus métodos de destilación en la costa mexicana, particularmente en lugares como Guerrero, Colima y Jalisco.

Pero espera — ¿no es el tequila un invento español?

Sí y no.

Existen tres teorías principales sobre cómo nació el tequila:

  1. La teoría del alambique español: Después de la conquista de México, los colonizadores españoles trajeron alambiques — basados en tecnología árabe — para convertir bebidas fermentadas en licores. Esta versión es la más aceptada y aparece en documentos coloniales, incluyendo las Relaciones Geográficas, un proyecto de la Corona española a finales del siglo XVI.
  2. La teoría del conocimiento indígena: Algunos arqueólogos creen que los mesoamericanos ya comprendían la condensación por vapor usando vasijas de cerámica. Así que cuando llegó la destilación, no solo la adoptaron — la adaptaron a sus propios sistemas de conocimiento.
  3. La conexión filipina: Luego está la idea de que los marineros filipinos — que trabajaban en las rutas comerciales del Pacífico — introdujeron sus propias técnicas de destilación, usando alambiques improvisados hechos de barro, bambú y cáscaras de coco. Estos métodos se parecen mucho más a los sistemas mexicanos tempranos que a los europeos.

El historiador Pablo Guzmán-Rivas incluso ha encontrado relatos orales en pueblos costeros de México donde los habitantes rastrean sus tradiciones de destilación directamente hasta sus ancestros filipinos.

Más que solo licores

La influencia filipina no terminó con el tequila.

En ciudades portuarias mexicanas como Colima, todavía se sienten los ecos del comercio con Manila. Palabras como “palapa” (techo de paja) existen tanto en el español de México como en el de Filipinas. Los migrantes filipinos trajeron no solo habilidades para destilar, sino también conocimientos de construcción naval, fermentación y conservación de alimentos. Gracias a ellos, ingredientes como el vinagre de coco, la salsa de pescado y el azúcar de palma entraron silenciosamente en las cocinas mexicanas.

¿Un legado que perdura? Tuba — una bebida fermentada de coco que todavía se vende al borde de las carreteras en Guerrero — comparte su nombre, receta y propósito con la versión filipina original.

Un espíritu de movimiento

Esto es lo importante: el conocimiento cultural y técnico no se transmite solo por rutas oficiales. Viaja con cocineros en las cocinas de los barcos, carpinteros en cubierta y marineros que se quedan atrás. Estos intercambios fueron forjados en los fuegos de la colonización y el comercio, sí — pero también dieron origen a algo duradero.

A principios del siglo XVII, México ya había desarrollado sus propios licores destilados de agave. Nació el tequila — inconfundiblemente mexicano, pero moldeado por manos globales.

Así que la próxima vez que saborees un tequila premium, recuerda: no solo estás degustando agave azul y matices añejados en roble. Estás probando historia — un espíritu agitado por la migración, la resiliencia y el cruce de océanos.

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