Ángel de la Independencia
En el corazón de la Ciudad de México se erige un símbolo de resiliencia y libertad: el Ángel de la Independencia (El Ángel de la Independencia). Este monumento icónico ha sido testigo de los triunfos y las pruebas de una nación, incluidos dos devastadores terremotos en 1957 y 1985, cuando su imponente figura tembló, pero se negó a caer. La historia del Ángel de la Independencia, símbolo del espíritu indomable de México, es un testimonio de la fuerza del país frente a la adversidad.
El Ángel de la Independencia: un símbolo de libertad
El Ángel de la Independencia, también conocido como El Ángel, fue erigido en 1910 para conmemorar el centenario de la Guerra de Independencia de México. Diseñado por el arquitecto Antonio Rivas Mercado, esta impresionante escultura representa a la diosa griega Nike, símbolo de la victoria, sosteniendo una corona de laurel y una cadena rota en sus manos. Su mirada está fija en el Paseo de la Reforma, una de las principales avenidas de la Ciudad de México, como si protegiera la libertad e independencia del pueblo mexicano.
Su pie toca el suelo: el terremoto de 1957
La caída del Ángel de la Independencia, el monumento nacional icónico de México, permanece grabada en la memoria colectiva de los mexicanos como el recuerdo más duradero del terremoto que sacudió la capital hace 60 años, el 28 de julio de 1957.
De ese sismo, que cobró 70 vidas y dejó numerosos edificios en ruinas, lo que más se recuerda es la imagen del Ángel tendido en el suelo, un símbolo nacional para el pueblo mexicano.
“La imagen del Ángel caído fue realmente traumática, mucho más que la pérdida de vidas y la destrucción causada por ese terremoto”, explicó el sociólogo e historiador mexicano Carlos Martínez Assad.
Los mexicanos recuerdan ese sismo como “el temblor que tiró al Ángel”, un terremoto de magnitud 7 en la escala de Mercalli que ocurrió a las 02:43 de la madrugada del domingo 28 de julio de 1957.
El impacto de la caída dañó la cabeza y el brazo derecho de la estatua, las únicas partes que fueron reemplazadas durante la restauración realizada por el escultor José Fernández Urbina durante más de un año. Posteriormente, el Ángel fue devuelto a su sitio e reinaugurado el 16 de septiembre de 1958.
El rostro actual de la Victoria Alada, conocida como El Ángel por los mexicanos, es el mismo de la estatua original: el de Ernesta Robles, una costurera muy conocida del escultor francés Enrique Alciati, autor de la obra.
Los restos de la cabeza original terminaron en un viejo almacén del gobierno hasta que fueron rescatados en 1986 como parte de la restauración del Centro Histórico de la Ciudad de México.
Hoy en día, la cabeza parcialmente deformada, que pesa unos 250 kilogramos, se conserva en el Archivo Histórico del Distrito Federal “Carlos Sigüenza y Góngora”, y se exhibe al público justo en la entrada.
Cuando fue devuelta a su pedestal después del terremoto de 1957, los constructores de la época reforzaron la columna y la base que sostienen la estatua, al grado que el Ángel ha resistido los temblores posteriores, incluido el mortal terremoto de 1985, que cobró miles de vidas.
De hecho, su estructura es tan sólida que la ciudad se ha hundido tres metros a su alrededor desde 1910 hasta hoy, y aun así el monumento simbólico no se ha movido ni un centímetro, señaló Martínez.
La construcción de la columna y del Ángel comenzó en 1902 y fue inaugurada el 16 de septiembre de 1910 en el actual Paseo de la Reforma por el presidente Porfirio Díaz para conmemorar el Centenario de la Independencia de México.
La Victoria Alada, que mide 6.7 metros de altura, originalmente pesaba siete toneladas, peso que se duplicó durante la restauración.
Incluyendo la columna y el pedestal, el monumento, que se ha convertido en el mayor ícono y emblema de México, mide 95 metros.
Los presidentes Álvaro Obregón (1920-1924) y Plutarco Elías Calles (1924-1928) ordenaron la construcción de un mausoleo para albergar los restos de los héroes de la Independencia, transformando al Ángel en un monumento funerario.
Un segundo desafío sísmico: 1985
Casi tres décadas después, el 19 de septiembre de 1985, otro devastador terremoto sacudió la Ciudad de México. Con una magnitud de 8.1 en la escala de Richter, fue una catástrofe que cambiaría para siempre el paisaje de la ciudad. El Ángel de la Independencia volvió a sentir los temblores bajo sus pies mientras el suelo se sacudía violentamente.
A pesar de la magnitud del desastre, el Ángel permaneció firme. Esta vez, sin embargo, no salió ileso. El monumento sufrió daños importantes, incluyendo la pérdida de una de sus palmas de bronce y más daños estructurales. Sin embargo, se mantuvo en pie, símbolo de esperanza entre los escombros que lo rodeaban.
El Ángel de la Independencia: la resiliencia de una nación
La supervivencia del Ángel de la Independencia frente a estos dos terremotos destructivos es un testimonio de la fuerza y resiliencia del pueblo mexicano. Así como la figura alada permaneció firme en medio del caos, también los ciudadanos de México se unieron para reconstruir su ciudad y sus vidas.
Tras el terremoto de 1985, se emprendió un gran esfuerzo de reconstrucción, símbolo de la determinación del pueblo mexicano por levantarse de las cenizas y reconstruir su amada ciudad. El Ángel de la Independencia se convirtió en un punto de unión para la nación, un símbolo de esperanza y unidad.
El Ángel de la Independencia en la Ciudad de México, cuyo pie tocó el suelo por primera vez durante el terremoto de 1957, y su posterior supervivencia a los devastadores temblores de 1985, se erige como un poderoso símbolo del espíritu perdurable de México y su inquebrantable compromiso con la libertad y la independencia. Es un testimonio de la fuerza de una nación que, como su guardián icónico, permanece erguida frente a la adversidad. El Ángel de la Independencia continúa vigilando la Ciudad de México, recordando a todos los que lo contemplan la indomable resiliencia del pueblo mexicano.